Érase
una vez un ratón llamado Javier, que era muy simpático y algo pequeño. Vivía en
una ratonera que estaba en una pizzería. A Javier le encantaba el fútbol y los
árboles muy altos porque le encantaba escalarlos.
Tenía
cuatro amigos muy simpáticos también: Martín, que era también un ratón que
vivía en el campo; pero ¡para ser un ratón era muy bruto!; Inés era una gata
que lo único que comía era atunes; Elena era una serpiente muy maja, era la
mejor amiga de Inés; y Paula, que era una rata muy cariñosa y simpática que
estaba enamorada de Martín.
Un
día, a finales de verano, cuando estaban los cuatro en el parque, vieron que no
había nadie allí; tampoco en la calle. Cuando fueron a la pizzería en la que
estaba la casa de Javier no había nadie tampoco…
De
repente, se apagó la luz y apareció en la pared un agujero negro. Martín
exclamó:
- ¡Qué miedoooo!
El
agujero negro intentaba absorberlos. Javier dijo:
- ¡Agarraos! –y, en ese momento, el
agujero lo absorbió.
Los
demás se agarraron a la pata de una mesa y se acercaron para ver si veían a
Javier. Pensaron que quizá el agujero podía haberse llevado a Javier hasta una
ratonera.
Salieron
todos de la pizzería y tomaron un atajo que Inés había usado una vez. Cuando
llegaron a la ratonera, entre todos formaron una escalera para poder abrir la
puerta. ¡Allí vieron a Javier! Lo sacaron de la ratonera y volvieron a la
pizzería para celebrarlo. Se comieron un mogollón de pizzas.
Después
todos se pusieron a bailar y, para evitar que volviese a suceder algo así,
Martín decidió irse a vivir con Javier a la pizzería.
Soy Pepe el de cuarto y Javier y Elena el agujero mola.
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