Érase una
vez tres amigos: Mario, un buitre muy gracioso; Roberto, un águila; y Álex, una
cabra valiente y fuerte.
Roberto, el
águila, era veloz, divertido y bromista. Una noche le arrancó dos plumas a
Mario y se las puso en el cuerpo a Álex y, cuando éste despertó creía que podía
volar. Roberto era simpático, agradable y no muy peleón. Le gustaba comer,
volar, hablar, cantar,… Lo que no le gustaba era ni bailar, ni dormir ¡lo
odiaba! Era muy bajo para ser un águila, pero a él le daba igual, no le
importaba porque no mucha gente le conocía ni sabía lo grande que era por
dentro.
Los tres
amigos querían ver mundo, pero sus madres no les dejaban. Una noche quedaron en
casa de Roberto y, mientras las madres dormían, los amigos se fueron y cogieron
una “tribicicleta” y se fueron a ver mundo juntos.
Al día
siguiente, las madres se preocuparon. Mientras tanto, los amigos estaban en
peligro: ¡¡¡¡habían tropezado con un monstruo!!!! Intentaron vencerlo, pero era
inútil. Entonces idearon una estrategia: atarlo, y les funcionó.
Una mañana pensaron
que era ya hora de volver, pues habían pasado dos años. Cuando llegaron a sus
casas, sus padres les abrazaron, pero les advirtieron que, como volviesen a
hacerlo, los castigarían.
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