Un día, en la escuela de magia,
hubo un disparate: con un hechizo de la bruja Irene, se quemó toda la clase.
Marina era la más lista de la clase y de la escuela, también era mi mejor
amiga; la segunda era yo, y tenía un nivel menos que Marina. El tercero era
Enrique; su varita se convertía en dragón cada dos por tres. El cuarto era
Alex, que se equivocaba con las palabras de los hechizos y todo lo que quería
convertir en otra cosa terminaba siendo un cepillo de dientes.
Mi madre,
que era una piruleta muy dulce y agradable, todos los días me llevaba en el
metro hasta el coche donde nos estaba esperando el Sr. Regaliz, que era mi
padre. Mi padre llevaba gafas, pero era torpe y se las rompía continuamente.
¡Huyyy!
perdón, no me he presentado: soy Eva, aunque mi profe de magia me llama Evita
Dinamita. Soy una pequeña hechicera con pelo y ojos morenos y una gran sonrisa.
Suelo vestir con un pantalón corto y una camiseta. Me gusta escuchar música pop
y jugar al baloncesto. Tengo una perrita que se llama María y un loro
parlanchín llamado Luca.
Un día Luca
se me escapó por la ventana y María me avisó. Salí con mi madre porque el Sr.
Regaliz estaba trabajando. Al día siguiente fui a clase muy triste por haber
dejado abierta la puerta de la jaula y perder a mi loro. Me pasé toda la clase
arrepintiéndome por lo que había hecho. Al llegar a casa me metí en mi
habitación y empecé a pensar en cómo arreglar lo sucedido.
María
quería entrar en la habitación para ladrarme que si quería, podíamos poner
carteles para que nos llamaran si habían visto a Luca. Esa tarde salimos y
llenamos de carteles toda la ciudad. Cuando llegamos al colegio, pedimos al
director que le preguntase al portero si había visto a un loro muy colorido,
pero, por desgracia, no había visto ninguno.
Al día
siguiente era sábado, y no había cole. María y yo aprovechamos para buscar a
Luca por toda la ciudad, pero no encontramos nada. Incluso llamamos a mi tía
porque vivía en otra ciudad y quizá lo había visto volar por allá, pero nada.
De pronto,
nos acordamos de que habíamos olvidado preguntar a mis amigos, Marina, Irene, Enrique
y Alex. Ni Marina, ni Irene, ni Enrique lo habían visto. Cuando todos fuimos a
buscar a Alex, nos dijo que había visto pasar una bandada de pájaros hacia el
sur. Enseguida les dije a todos:
- ¡Vayamos hacia el sur!
Enrique no
pensaba lo mismo:
- ¡Pero hacia allí está la ciudad de los fantasmas!
¡Brrrrrrrrrrr!
Irene y
Marina propusieron:
- Pongámosle un cebo con sus galletas favoritas, seguro que
vendrá a por ellas.
María
ladró: -¡Guau Guau! –a ella también le gustaban mucho esas galletas.
Cuando
estábamos preparando la trampa, me di cuenta de que se acercaba la bandada que
Alex había visto.
- ¡¡Ha funcionado!! –grité feliz.
En cuanto
Luca nos vio a María y a mí, voló hacia nosotros.
Esa noche todos
celebramos haber encontrado a Luca ¡cómo no: comiendo sus galletas preferidas!
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