miércoles, 27 de junio de 2012

CUÁNTO CUENTO - EL PLANETA DE HIELO (por: Ismael, César R. y Héctor T.)

      Ismael era un joven comandante de nave, alto y delgado. Tenía 35 años, los ojos negros y profundos, y el pelo largo y castaño oscuro con algunos mechones pelirrojos. Solía ir vestido con un traje espacial negro y amarillo y unas botas blancas con propulsores, y a veces llevaba guantes. Era alegre y optimista, y lo que más le gustaba era irse de aventuras por el universo en su nave espacial, a la que tenía mucho cariño.

      Tenía un ayudante llamado Héctor, que era algo más joven que él, de 32 años. Héctor le tenía mucha admiración, por lo que normalmente vestía como él y le acompañaba en sus aventuras.

      Ahora Ismael y Héctor iban a visitar a unos amigos de la escuela, ya que se llevaban muy bien con ellos, llamados César y Marina. César era astuto y simpático, y vivía en una casa justo al lado de Marina, una chica amable, fuerte y guapa, que además sabía cocinar muy bien. Tanto ella como César tenían 36 años.

      Todos vivían en la ciudad de Salamanca, ¡la más moderna de Europa! Solían verse, pero esta vez César y Marina se habían ido de vacaciones a una luna de Marte.

      Isma y Héctor hacían un largo viaje a Plutón para cumplir una misión secreta que les habían mandado, aunque no sabían en qué consistía esa misión. Pensaban que era una pena que ni César ni Marina hubieran podido acompañarles, pero los auténticos problemas empezaron cuando llegaron a un cinturón de asteroides. Isma pensó: “¡Oh, oh! Nunca me había encontrado en una situación como ésta”. Y añadió: —¡Héctor, pon rumbo a Plutón, y cuidado con los asteroides! —Pero escucharon un ladrido muy conocido tras una puerta. Isma fue a ver qué era. —¡El perro de César! ¡Se ha colado en la nave! —dijo Isma. El animal saltó y le dio un golpe al volante. Isma, asustado, dijo: —¡Cuidado, Héctor, que nos chocamos! —Pero era demasiado tarde, y la nave se estrelló contra un asteroide. —¡¡No!! ¡No sabía que los perros fueran tan escandalosos! ¡Somos pocos para arreglar la nave! Tendremos que llamar a Marina y a César. —Llamaron, pero no hubo respuesta. Además, ¡estaban tirados en medio del universo, allí no habría cobertura! Sacaron las herramientas y se pusieron a trabajar. Estuvieron varios días allí, pero por fin lo consiguieron y siguieron su gran viaje.

      Pronto llegaron a un pequeño planeta de hielo.
—¡Comandante Ismael, creo que hemos llegado! —dijo Héctor.
—Humm… Creo que éste no es Plutón. ¡Es un satélite helado! —afirmó Isma.
—¡Tomémonos un descanso!
      De pronto, sus caras ya no parecían alegres: ¡Un gran Yeti se aproximaba! Cuando estaban acorralados, dos naves aparecieron. En una estaba César y en otra Marina. Les ayudaron a derrotar al Yeti y lo consiguieron. Todos juntos continuaron el viaje. Estaban cerca de Plutón.

      Cuando llegaron a Plutón vieron otros humanos cuyas naves se habían estropeado.
—¡Así que ésta era la misión! —dijo Isma. —¡Salvar a estas personas!

      Las llevaron a La Tierra en su nave y cumplieron la misión, y se hicieron muy amigos de los humanos a los que habían salvado. Después de esa aventura, de vez en cuando Isma, Héctor, César y Marina volvían al Planeta Helado a hacer patinaje sobre hielo y descubrir nuevos lugares para explorar.
Fin

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